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jueves, 9 de mayo de 2024

Decir la verdad nos cuesta tanto

 


Decir la verdad:


Nos sentimos/estamos afligidos, vacilantes, y dudosos en nuestro hablar, sobre todo cuando sabemos que estamos obligados a hablar.

El lenguaje ha sido tan mal utilizado que lo
tememos y desconfiamos de él.

No nos importa jugar con las palabras, manipularlas, pero cuando el juego se pone serio perdemos el coraje. Y perdemos el valor por la razón más tonta posible: nuestro sentido natural innato del logos, nuestro amor por la expresión razonable, nuestro sano deleite en ella, nos avergüenza con un falso sentimiento de culpa.

Nos sentimos atraídos por el logos con una atracción fuerte y noble, pero al mismo tiempo nos frena un miedo antinatural. Cuanto más sinceramente esperamos decir la verdad, más secretamente estamos convencidos de que sólo añadiremos una mentira más a todas las otras dichas por nuestros contemporáneos.

Dudamos de nuestras palabras porque dudamos de nosotros mismos, y ¡ay de nosotros si no dudamos de nuestras palabras y de nosotros mismos! Se han pronunciado tantas palabras con desprecio de la verdad, a pesar del amor, del honor, de la justicia y de todo lo bueno. Incluso estos conceptos mismos (verdad, honor, bondad) se han vuelto enfermos y podridos para nosotros, no porque estén contaminados, sino porque se nos han pronunciado tantas palabras con desprecio de la verdad, a pesar del amor, del honor, de la justicia y de todo lo bueno. No porque estén contaminados, sino porque otros lo han estado haciendo. Sin embargo, debemos arriesgarnos contra la falsedad, debemos animarnos y hablar la verdad, debemos utilizar instrumentos nobles de los que nos hemos avergonzado porque ya no confiamos en nosotros mismos para utilizarlos dignamente.

Debemos atrevernos a pensar lo que queremos decir con claridad y verdad. Y simplemente hacer que estas sean declaraciones claras de lo que pretendemos.

Esta es nuestra única protección seria contra la repetida contaminación espiritual por parte de los lemas y programas de los inescrupulosos y los que imponen la mentira como una gran verdad..

—Thomas Merton, Conjeturas de un espectador culpable (Image Books, 1966)


Digamosle No la Violencia


Ciertos reinos y naciones Nos han impuesto por las armas y el abuso de la fuerza y de la religión, sus ideas y creencias y hasta cómo y qué comer.


El programa No a la Violencia esta hecho con el sólo motivo de generar y realizar una vida llena de alegría y felicidad en esta vida y no para el futuro cercano y menos lejanoconociendo cual es la raíz de todos los males



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